A propósito del libro «Inteligencia Artificial y Estupidez Natural. Reflexiones sobre el Capitalismo Tecnológico» de Jorge Millones

Violeta Barrientos Silva

El libro de Jorge Millones llega en un momento oportunísimo para los lectores en este país y se convierte en un libro imprescindible en estos tiempos. El autor nos alerta de una cuestión importantísima: la mutación del capitalismo que ha girado hacia una “economía de la información” y las consecuencias para las relaciones sociales, la política, las subjetividades, la creación y los valores sociales. La extensión integral del fenómeno, hace que los trabajadores de diversos campos como el arte, como lo somos el autor y yo, nos preguntemos por la esencia de lo que está ocurriendo.

El libro proporciona un enfoque que integra lo económico, lo político y la problemática del desarrollo tecnológico digital. Son muy pocos los analistas políticos que tienen en cuenta la variable tecnológico digital, pese a que esta nos acompaña cerca de treinta años ya, cuando se estrenaba la película Matrix. Es solo a partir de las últimas campañas electorales y el ascenso de las ultraderechas en EEUU o Argentina (Trump y sus socios millonarios de Sillicon Valley o Milei y sus jóvenes seguidores de clubes de videojuego), que las alertas se han encendido.

Pese a preocupaciones que incluso vienen desde El Vaticano y la encíclica, Dilexit Nois, en que el Papa Francisco se mostraba preocupado por la priorización de la eficiencia y el rendimiento, poco se ha hecho todo este tiempo para reflexionar, concientizar y demandar parámetros éticos que regulen la tecnología digital, de allí su ágil avance. Jorge Millones nos alerta sobre la vigilancia que se establece sobre nuestra libertad e individualidad bajo la tiranía del algoritmo. El “capitalismo cognitivo”, un concepto que venían ya explicando Paolo Virno o Maurizio Lazzarato, se interesa por producir y reproducir ciertos comportamientos, ese es su objetivo, alterando asi la economía, las relaciones sociales y las de poder. Se interesa en controlar la subjetividad, el deseo, las emociones. No nos debería entonces extrañar el giro político hacia lo emocional y la polarización de fuerzas políticas ya que de una falta de límites éticos en las redes solo podía esperarse una falta de límites en los ataques a reglas de convivencia y de democracia.

El libro de Jorge Millones denuncia cómo mediante la tecnología, se ha logrado la mercantilización de la información que se extrae de las personas a partir del internet para luego dirigir su consumo, o cómo se ha logrado concientizar a la gente en una cultura del rendimiento de autoexplotación voluntaria o cómo se ha conseguido generar una dependencia psíquica de las redes.

Las consecuencias de este nuevo régimen son vastas para distintos ámbitos de la vida humana. Nuestra cotidianidad hace uso las 24 horas del día, de dispositivos que hoy se han hecho imprescindibles como tener agua potable o luz eléctrica. La interacción más frecuente a través de los dispositivos ha hecho que pasemos de la colectividad al individualismo, y de la privacidad a la exposición pública, generando conductas narcisistas. La fetichización del mercado y de la autonomía individual hicieron que este se sobrepusiera al Estado y que se mellara la solidaridad imponiendo la libertad individual, todo lo cual ha llevado a la pérdida de valores universales y también a hacer más vulnerable la vida humana.

La era digital asociada a condiciones como las que provocó la pandemia, que nos aisló a cada quien en su universo, ha provocado poder obviar la presencia de los cuerpos físicos. Si bien de un lado, puede facilitar la conexión interplanetaria en tiempo real, esperemos no llegue el momento en que se tenga que prescindir totalmente de la presencialidad, aislando así a “poblaciones indeseables”. El trabajo a distancia hecho en casa, y que establece otro régimen de horarios ha suscitado cambios en las condiciones de trabajo, ha provocado el surgimiento del precariado, una nueva clase social nacida con la crisis financiera de 2008 y que se cimentó en el momento álgido de la pandemia de 2020.

Por otro lado, la mercantilización de la información ha hecho que los datos individuales, sean un botín incalculable siendo hoy la materia prima de un mercado en el que se trafican. Hasta este momento una de las formas más obscenas de lucro habían sido los cuerpos “que no importan”, los de la gente pobre que vende su sangre u órganos, o los de las mujeres cis y trans, y su sexualidad. “En el contexto del capitalismo conductual , dice el autor, el ser humano deja de ser un agente económico para convertirse en materia prima misma de la producción y el suministro de bienes y servicios.”

La democracia ha sufrido consecuencias en esa mercantilización de datos de los electores, que estudian los comportamientos, el libro cita el escándalo de datos que Facebook y Cambridge Analytica, recopilaron sin consentimiento, para brindar asistencia analítica a la campaña de Donald Trump en las elecciones de 2016.

Ya es sabido de la gran atracción que generan entre los internatutas, los mensajes tremendistas y los mensajes de odio, con un efecto bola de nieve en las redes, pero que va normalizando la violencia, y normalizando la mentira. En Argentina, se lleva registro de cómo in crescendo, se fue avanzando en una deriva de odio, desde una década atrás hasta la ascensión en el poder de Javier Milei, líder de La Libertad Avanza, o más bien, del Odio Avanza. Esta es la resultante de que se consuma “información caótica, entretenimiento, discursos y hasta desinformación” dice el autor. No podía ser de otra manera, y así se han normalizado patologías sociales a decir de Honneth, como la corrupción, la crueldad y odio. Yo señalaría también ciertas patologías del lenguaje, el cinismo, la postverdad, el discurso de odio.

Hemos llegado a un momento en que tenemos que preguntarnos sobre la extensión de nuestra ciudadanía. Como ciudadanos y consumidores de redes merecemos que nuestros datos se resguarden, que el espacio digital sea un espacio resguardado y no de saqueo, pero también me pregunto sobre la concentración de los medios digitales en pocas manos y su escasa o nula vigilancia. El conjunto de los conocimientos técnico científicos especializados y acumulados por la humanidad ha sido privatizado por una élite y puestos en contra de los trabajadores y en favor de la desigualdad cognitiva. La conclusión es que el acceso al poder lo da el dinero, que a final de cuentas se convierte en el único comodín universal al que todo se reduce.

¿Qué más nos será robado por las máquinas dirigidas por esa élite? La creación artística está amenazada, sin embargo, dice el autor, la apreciación de la belleza o las decisiones éticas solo pueden ser parte de la experiencia humana y por allí podría atisbarse un resquicio de resistencia, cuestión también señalada por otros estudiosos de los efectos del mundo digital y el arte. El peligro estaría más bien del lado de socavar la sensibilidad de las audiencias al acostumbrarlas al mundo del entretenimiento y la publicidad, a la exhibición de un mundo de fantasía que permite la seducción por el capitalismo. El peligro es que en el mundo diseñado por el capitalismo cognitivo, poca importancia tiene el arte, así como las humanidades y aquello ue sea distinto al mundo de lo práctico, utilitario y competitivo.

Como filósofo y también artista, el autor nos ha alcanzado un libro para resistir y para apurarnos en una pronta gestión ética de la problemática que se expone en él. Mis felicitaciones y agradecimiento.