Invitación al encuentro con el Lenin de Lukács

Prólogo a la edición peruana de Lenin, la coherencia de su pensamiento de Gyorgy Lukacs.

Eduardo Cáceres Valdivia

Nacido en Budapest en 1885 en el seno de una familia burguesa de origen judío, György Lukács se doctoró en la universidad de su ciudad natal en 1909. En los años siguientes pasó por importantes universidades europeas entrando en contacto con notables teóricos de la cultura, sociedad y política modernas: George Simmel, Max and Marianne Weber, Ernst Bloch, Heinrich Rickert y Emil Lask. El horizonte compartido de estos pensadores era la corriente neokantiana que reivindicaba -frente al positivismo- la diferencia entre sociedad y naturaleza y, por ende, establecía parámetros de comprensión de la sociedad diferentes a los de la naturaleza: las “ciencias del espíritu”. La obra juvenil de Lukács se desenvolvió en este marco, siendo reconocido como teórico de la estética y crítico literario. Muertes trágicas en su entorno lo llevaron a una peculiar experiencia de extrañamiento y soledad en la sociedad burguesa al borde de la Gran Guerra. Cuando esta estalló, en agosto de 1914, fue incorporado al servicio militar aun cuando no llegó al frente de guerra. En 1916 publicó su célebre “Teoría de la Novela” y en los dos años siguiente vivió un acelerado proceso de radicalización que lo llevó a ingresar en el Partido Comunista Húngaro en diciembre de 1918.

Partiendo de una posición crítica a la socialdemocracia, percibía la imposibilidad de la revolución como una tragedia que resultaba de la inacción. En noviembre de 1917 irrumpió en su horizonte la revolución rusa. A partir de ese momento la acción revolucionaria se presentaba como factible. Esta, sin embargo, con sus “excesos y horrores”, redefinía, pero no superaba “la tragedia de la inacción”. En su último escrito antes de la “conversión” al comunismo, “El bolchevismo como problema ético” (1918), Lukács rechaza al bolchevismo en tanto conlleva formas de acción que chocaban con la ética del imperativo categórico a la cual él adhería. Meses después, en “Táctica y Ética” (1919), anunció su adhesión al Partido Comunista a partir de fundamentos éticos que asumían el carácter “trágico” de la acción en una situación revolucionaria. Esta lúcida conciencia del carácter trágico de la acción revolucionaria, el recurso a medios violentos para alcanzar fines emancipatorios, sin duda lo acompañaría toda la vida y explica muchas de sus contradictorias decisiones.

A partir de ese momento, hasta su muerte en junio de 1971, Lukács personificará el drama del intelectual comunista en el torbellino de la historia del siglo XX. Su inquebrantable convicción comunista atravesó momentos de profunda radicalidad con otros de lúcido realismo, momentos de retroceso, autocrítica y silencio con otros de voluntad reformista dentro de un régimen socialista al que reconoce agotado. Comisario de Instrucción Pública en el gobierno de la Hungría soviética de Bela Kun, pasó luego a ser comisario político en el Ejército Rojo hasta la derrota de la revolución en 1919. Refugiado en Viena, se salvó de la extradición y la ejecución por la presión de Thomas Mann y otros intelectuales que lo conocían y valoraban por su obra en los años previos.

En 1923 publicó su célebre “Historia y conciencia de clase”, colección de ensayos que apuntaban a articular los supuestos filosóficos de la nueva etapa del marxismo, inaugurado por la Revolución Rusa y el leninismo. Como es sabido, la obra tuvo una recepción polémica. Hay quienes afirman que la crítica de Lenin al “izquierdismo”, que no entendió el viraje que acompañó a la constatación de que la revolución en Europa occidental no tendría viabilidad en el corto plazo, apuntó también a “Historia y conciencia de clase”. Más allá de quienes, al interior del movimiento comunista, defendieron la obra, esta tuvo más fortuna fuera: el año previo a la publicación del libro, Lukács había participado en la primera semana de trabajo sobre marxismo en la Universidad de Frankfurt, evento seminal del Instituto para la Investigación Social (1923), más conocido en el mundo como “Escuela de Frankfurt”. Como es sabido, para esta corriente del pensamiento crítico la noción de “reificación” tendrá una importancia capital.

En 1928, Lukács se anticipó al viraje dentro del movimiento comunista de la tesis de “clase contra clase” a la tesis del Frente Único. Su propuesta, conocida como “Tesis de Blum”, fue rechazada por la Internacional caracterizándolo como “desviación de derecha”. Tras este episodio, su involucramiento en los debates políticos fue mínimo. Trasladado a Moscú en 1930, trabajó bajo las órdenes del erudito marxista ruso David Riazanov en el Instituto Marx-Engels. Su retorno a Hungría en 1944 abrió una nueva etapa en su vida. Asumió funciones en el gobierno comunista, fue “purgado” por sus puntos de vista sobre cultura, retornó al partido y participó del gobierno reformista de Inger Nagy (1956), derrocado por una invasión soviética. A diferencia de Nagy que fue ejecutado, Lukács fue deportado a Rumania.

En los últimos años, de retorno en Hungría y al partido, culminó una enorme obra teórica y mantuvo abierta la esperanza de una reforma desde dentro del régimen húngaro y en general del llamado “socialismo realmente existente”. Quizá su aporte más importante haya sido su monumental “Ontología del ser social” (1971), obra inconclusa de la que se han publicado tres volúmenes y en la cual Lukács ofrece su visión definitiva de los problemas filosóficos planteados en “Historia y conciencia de clase”.

El texto que aquí se publica, “Lenin: la coherencia de su pensamiento”, fue escrito y publicado inmediatamente después de la muerte del líder soviético, acaecida en enero de 1924. El título da cuenta de que se trata de un texto que pretende ir más allá del homenaje emotivo. La “verdad concreta” del texto solo puede captarse si se lo ubica en el momento histórico en el que fue escrito. La prematura muerte de Lenin estuvo precedida por casi dos años de ausencia en la conducción del proceso revolucionario. Un año antes (diciembre 1922-enero 1923), había escrito su “Testamento” donde hizo un balance de las cualidades y defectos de los líderes bolcheviques, alertando sobre el peligro de la división y, sobre todo, de los riesgos de la burocratización frente a la cual dio apenas algunas recomendaciones administrativas. Descartada la inminencia de la revolución en occidente, en particular en Alemania, resuelta la desgastante guerra civil, pero con una gravísima hambruna en 1921, el poder soviético había pasado del “comunismo de guerra” a la “nueva política económica” (NEP) caracterizada por la reapertura de los mercados y las concesiones a los campesinos medios y ricos. Simultáneamente, la URSS buscó y logró algunos acuerdos diplomáticos y comerciales con las potencias europeas. En ese momento de repliegue y transacciones se abrió un período adecuadamente denominado por el gran historiador británico Edward H. Carr como “el interregno”, período de intensos debates y agudas pugnas por el poder.

Lukács, por su parte, escribía desde su exilio vienés, amenazado de ser devuelto a una Hungría aterrorizada por el gobierno reaccionario del almirante Horthy, empeñado en la reorganización del partido húngaro y en discrepancia con quienes lo dirigían, anclados en las tesis “izquierdistas” de los años previos. Fruto de ese proceso fueron las mencionadas Tesis de
Blum (1928). El Lukács que escribió este texto era no solo el autor de “Historia y conciencia de clase”, sino también el blanco de críticas diversas, desde las más agudas y elaboradas de Lenin hasta las más burdas de Zinóviev y Bujarin. Más aún, al momento del texto sobre Lenin, el autor probablemente estaba preparando una defensa de su obra, terminada al año siguiente y que se publicaría recién en 1996.

Este texto, por tanto, no es ni una síntesis aséptica del pensamiento de Lenin ni una suerte de “Lenin para principiantes”. Este texto es una intervención político-filosófica en la disputa en torno a la herencia de Lenin, disputa que se intensifica a lo largo de la década de 1920 y que tendría una resolución “autoritaria” con la codificación del “marxismoleninismo” soviético hacia fines de dicha década. La estructura del texto revela la lógica de la intervención lukacsiana: Desde “la actualidad de la revolución” (capítulo 1) hasta la “Realpolitik revolucionaria” (capítulo 6), se trata de un desarrollo dialéctico que asume lo esencial de “Historia y conciencia de clase” y responde a la crítica leninista con la teorización en torno a la NEP y las “transacciones” en general. Es aquí, en el realismo político de Lenin que se expresa en el viraje hacia la NEP, que Lukács descubre “el punto más alto alcanzado hasta la fecha por la dialéctica materialista”. Por un lado, el análisis de la situación dada; por otro, la identificación de las tendencias que en la situación dada apuntan al futuro. La “realpolitik” como actualización concreta, histórico-material de la revolución: “Para Lenin, en cambio, la transacción se deriva directa y lógicamente de la actualidad de la revolución.” Superación efectiva de cualquier “utopismo” voluntarista, voluntad activa y operante en el mundo material dado, apuntando a transformarlo de verdad y no solo a denunciarlo. Superación también de la visión de la “transacción” como engaño o como retroceso oportunista.

Entre ambos capítulos, los eslabones de la acción. La identificación del sujeto: “el proletariado como clase dominante” (capítulo 2) y “el partido dirigente del proletariado” (capítulo 3); la identificación de la época: “el imperialismo: guerra mundial y guerra civil” (capítulo 4); y, por último: “el Estado como arma” (capítulo 5). No es el caso intentar un resumen del texto en esta
introducción. Se trata de sugerir algunas conexiones que iluminen una lectura situada y pertinente. Particularmente relevante es recordar tres aportes centrales de Lenin: la concepción del partido en su condición de parte/dirigente de la clase, su vocación hegemónica y no sectaria; la teoría del imperialismo y de las revoluciones en esta época; la teoría del Estado, en particular “El Estado y la revolución”. Y, por otro lado, de Lukács traer a colación la centralidad del método dialéctico, la crítica a la “reificación” o cosificación (en este caso de la teoría misma: el “leninismo” como receta universal) y la noción de totalidad que es la que permite articular “revolución” y “compromiso”.

Una totalidad no es una mera colección inerte de elementos. Es una articulación viva conectada por sentidos que hacen que cada parte solo pueda ser entendida en relación con los otros. Si se lee con atención el capítulo sexto de este libro, con la idea de totalidad como trasfondo, se entenderá mejor la dialéctica revolución/compromiso. Otra noción presente en Lukács desde sus trabajos juveniles sobre estética es la noción de forma en su relación con la vida. Mientras que las formas impuestas por el mundo burgués encuadran y ahogan la vida, las formas que emergen de la propia vida le dan inteligibilidad a esta. No es difícil encontrar huellas de esta concepción en la noción leninista y lukacsiana de partido: la “forma” que le da unidad e inteligibilidad a la vida de la clase.

Si la “reificación” conlleva la fragmentación de la experiencia humana, reducida a contemplar la realidad y a adaptarse a ella, la emancipación consiste en recuperar la experiencia de totalidad. Al interior de ella cada uno de los momentos del proceso histórico no es sino un aspecto que toma sentido a partir de su relación con los otros aspectos de la totalidad.

Sin duda el Lenin de Lukács trasciende el momento histórico en el que fue escrito, aun cuando solo puede ser entendido a cabalidad si se lo lee con su entramado contextual. Podría ser un ejercicio interesante contrastarlo con otros textos similares. Por ejemplo, con el Lenin de José Carlos Mariátegui. En septiembre de 1923, en un artículo publicado en la revista Variedades, Mariátegui presentó un retrato de Lenin a contramano de la imagen más difundida del líder soviético: “Pero Lenin no es un tipo místico, un tipo sacerdotal, ni un tipo hierático. Es un hombre terso, sencillo, cristalino, actual, moderno” … “Su cultura es occidental, su inteligencia es europea” … “Su orientación no es empírica ni utopista, sino materialista y científica”. A los pocos meses, en enero de 1924, en el marco de las conferencias que conocemos como “Historia de la crisis mundial”, reseñó la vida de Lenin poniendo como eje de la misma la caracterización del imperialismo y la guerra, por un lado, y la revolución bolchevique, por otro.

En la revista Amauta encontramos varios poemas en homenaje a Lenin y solo un texto de este en el número 22: “El Kantismo criticado de derecha e izquierda” (extracto de “Materialismo y Empirocriticismo”). En el tercer aniversario de la muerte del líder bolchevique, en Amauta número 5 se le rindió homenaje incluyendo un texto de Trotsky que dialoga con un texto de Gorky sobre el mismo personaje.

Quien firma este prólogo piensa que las valoraciones más profundas de Mariátegui acerca de la revolución bolchevique están insertas en sus textos sobre la literatura rusa. Comentando un libro de Stefan Zweig sobre Dostoievski, Mariátegui identificó los rasgos definitorios del líder y sus inmediatos seguidores, contrastándolos con los rasgos de los personajes que protagonizan las tramas del novelista:

Dostoievski tradujo en su obra la crisis de la inteligencia rusa, como Lenin y su equipo marxista se encargaron de resolver y superar. Los bolcheviques oponían un realismo activo y práctico al misticismo espirituoso e inconcluyente de la inteligencia dostoievskíana, una voluntad realizadora y operante a su hesitación nihilista y anárquica, una acción concreta y enérgica a su abstractismo divagador, un método científico y experimental a su metafísica sentimental.

Publicado en abril de 1929, el texto resume los rasgos del bolchevismo como factor de superación de la llamada “intelligentsia rusa”. También aquí es relevante el contexto. Zanjada la polémica con Haya, seis meses antes se había fundado el Partido Socialista; seis meses después estallaría la crisis en la Bolsa de Valores de Nueva York con la secuela de convulsiones sociales e intentos revolucionarios en diversos puntos del planeta, incluyendo el Perú donde el tercer gobierno de Leguía duraría apenas un año.

Volviendo al libro de Lukács, cabe preguntarnos acerca de su pertinencia hoy. Leído en el centenario de su publicación y en el marco de múltiples transiciones, en un momento de contraofensiva reaccionaria, con sujetos desarticulados e instrumentos débiles, el texto bien podría devolvernos una pregunta: ¿Cómo desarrollar una “política realista” que efectivamente actualice la revolución?

Lima, 11 de enero de 2024.


Este prólogo pertenece al libro «Lenin, la coherencia de su pensamiento» de Gyorgy Lukacs, editado por Combatiente, Praxis y Nuestro Sur, en 2024.

Puede adquirirlo en: https://wa.me/p/24615281514782160/51984837469

Eduardo Cáceres Valdivia
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