Telarañas digitales del poder

Reflexiones sobre el nuevo capitalismo tecnológico (I)

Jorge Millones

En las últimas dos décadas, el planeta ha sido invadido por un voraz ecosistema digital que reordena nuestras vidas. Nos hallamos conectados al mundo exterior y entre nosotros mediante una maraña de artefactos, sensores, plataformas y sistemas digitales de toda índole. Nuestra existencia social se ha visto confinada a estos mecanismos, especialmente con el encierro impuesto por la pandemia, convirtiendo la vida más allá de las pantallas en una quimera extravagante, apenas concebible para la mayoría.

Esta «nueva normalidad» es lo que quedó de las políticas de confinamiento y las medidas sanitarias que exacerbaron nuestra dependencia de los dispositivos tecnológicos y las aplicaciones digitales. La abundancia de información que generamos, ya sea con un simple «me gusta» en las redes sociales, durante una reunión en «meet», al perder el tiempo en TikTok o al compartir un video, es vasta y se ha convertido en el nuevo capital, la mercancía más valiosa para las grandes corporaciones tecnológicas.

¿Por qué ansían estas empresas esta información? Según la investigadora norteamericana Shoshana Zubof, la recopilan y la organizan para construir “escenarios de futuro”, obteniendo una predictibilidad de alta precisión, con el fin de comercializarla y utilizarla en estrategias de neuromarketing y grandes inversiones. Esto no se limita únicamente al ámbito empresarial, sino que también se extiende a la esfera política, influyendo de manera significativa y sin nuestro consentimiento en el devenir de nuestras sociedades.1

El escándalo de Cambridge Analytica sirvió como un recordatorio contundente de la imperiosa necesidad de regular el poder de las grandes corporaciones, especialmente cuando estas dominan un mercado entero y, debido a su avance tecnológico, carecen de regulaciones legales que puedan frenar sus acciones.2

Cambridge Analytica, una empresa consultora con sede en el Reino Unido y dirigida por Alexander Nix, se dedicaba al análisis de datos con el fin de diseñar estrategias de campaña para marcas, empresas y políticos que buscaban influir en el comportamiento de la audiencia. Se reveló que esta empresa fue contratada para dirigir la campaña digital de Donald Trump y varios candidatos republicanos al Senado en Estados Unidos. Además, estuvo involucrada en la campaña del Brexit en el Reino Unido, que buscaba la salida del país de la Unión Europea.

En ambos casos, se utilizó la información de una multitud de usuarios de las redes sociales a través de un “test-aplicativo” que levantó información sensible de millones de personas que luego fue ofrecida a los políticos contratantes. Y aunque esta jugada comercial no es ilegal, pues aún no existe jurisprudencia ni control efectivo sobre este ámbito, es absolutamente antiética, porque manipulan a las personas a través de la llamada “tecnología persuasiva” sin su consentimiento.

Esto llevó a que el propio Mark Zuckerberg tuviera que comparecer ante el Congreso de los Estados Unidos y aceptar que “fue un error” que tendrán que corregir. Más allá del escándalo y la sanción moral, la Ley no pudo hacer nada contra Facebook, lo que sí les dolió es el bajón de sus acciones en la bolsa de valores, pero aún hoy los Estados nada puede hacer efectivamente contra estas empresas digitales que generan billones de manera exponencial. Quien sí fue denunciada y se disolvió fue Cambridge Analytica que no pudo seguir con el negocio de vender información privada de los usuarios de Facebook y otras redes sociales.3

Este caso ejemplifica la urgencia de establecer regulaciones efectivas que limiten el poder de estas entidades, especialmente en el ámbito político, donde su influencia puede ser desproporcionadamente significativa y potencialmente perjudicial para la integridad de los procesos democráticos.

Política y redes en el patio trasero

En América Latina estamos a la zaga en políticas de control y protección de datos a pesar de haber tenido incidentes con las corporaciones digitales globales. En Brasil, la Autoridad Nacional de Protección de Datos (ANPD) fue creada en 2019 como parte de la Ley General de Protección de Datos (LGPD) para supervisar y hacer cumplir las normas de privacidad de datos en Brasil. Esta ley se inspiró en el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) de la Unión Europea y tiene como objetivo regular el tratamiento de datos personales por parte de empresas públicas y privadas.

Además de la LGPD, Brasil ha estado considerando otras medidas para regular las grandes empresas tecnológicas. Por ejemplo, en 2020, el Senado brasileño aprobó un proyecto de ley que establece reglas para el uso de inteligencia artificial, que incluye disposiciones sobre transparencia, ética y responsabilidad en el uso de esta tecnología.

En México, el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) ha estado investigando y sancionando a empresas tecnológicas por prácticas anticompetitivas. Por ejemplo, en 2019, el IFT impuso una multa a Facebook por violaciones a la Ley Federal de Competencia Económica. Además, el gobierno mexicano ha estado discutiendo la necesidad de actualizar las leyes de competencia y protección al consumidor para abordar los desafíos planteados por las grandes empresas tecnológicas.

En Argentina, la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual ha estado trabajando en una propuesta de regulación de plataformas digitales para garantizar la pluralidad y diversidad en el ecosistema de medios de comunicación.

También se han presentado proyectos de ley en el Congreso argentino para regular la publicidad en línea y proteger la privacidad de los usuarios de Internet.

Sin embargo, ha habido incidentes y controversias relacionados con la privacidad de datos y el uso indebido de información en la región. En 2018, año en que ganó Bolsonaro, se informó que Cambridge Analytica había trabajado en Brasil, lo que llevó a investigaciones y cuestionamientos sobre el uso de datos en campañas electorales en el país. Aunque no se revelaron detalles específicos sobre el alcance de su participación, el escándalo aumentó la conciencia sobre la privacidad de datos en Brasil y generó debates sobre la regulación de las redes sociales.

En 2019 se descubrió en Chile la filtración de datos de tarjetas de crédito. Los datos de más de 80 mil tarjetas de crédito chilenas habían sido filtrados en línea, lo que generó preocupación por la seguridad de la información personal en el país. Aunque este incidente no estuvo directamente relacionado con el uso político de datos como en el caso de Cambridge Analytica, destacó la importancia de proteger la privacidad de los usuarios en línea.

Protección de datos en Argentina: En Argentina, se han presentado varias denuncias y casos relacionados con la privacidad de datos y la protección de la información personal en línea. Si bien no ha habido un escándalo a gran escala comparable al de Cambridge Analytica, la implementación de la Ley General de Protección de Datos Personales en 2020 ha llevado a un mayor escrutinio sobre el manejo de datos por parte de empresas y organizaciones en el país.

En América Latina los “pactos éticos” durante las campañas electorales son una triste broma. En las elecciones del 2021 en el Perú, en plena cuarentena, se experimentó un aumento vertiginoso del uso de las redes sociales como arena política/electoral4. El uso descarado de boots, ejército de “trolls” y calumniosas “fakenws”, el trío de la deshonra, convirtieron a las redes sociales en un verdadero campo de batalla, en un salvaje oeste digital donde los principios se desintegran más rápido que un helado al sol, en donde su única intención fue direccionar de cualquier manera la intención de voto y controlar a la opinión pública.

Era evidente que los extremos, tanto de la derecha como de la izquierda, usaban indiscriminadamente y contra todos, amigos y rivales, las herramientas, en su momento legales, pero antiéticas, que proporcionaban las redes sociales. Un “tsunami” de “terruqueo”, homofobia, odio disfrazado de patriotismo, miedo al cambio, entre otras bajas pasiones, se exacerbaron para trasmutar la democracia en una caricatura grotesca de lo que debería ser, convirtiendo el acto de votar en una especie de ritual desesperado por salvar a nuestros hijos de un futuro incierto.

El Perú ha promulgado leyes y regulaciones relacionadas con la protección de datos personales. Por ejemplo, en 2011, se aprobó la Ley de Protección de Datos Personales (Ley N° 29733), que establece los principios, derechos y obligaciones para el tratamiento de datos personales en Perú. Esta ley busca garantizar el derecho fundamental a la protección de datos personales y establecer mecanismos para su ejercicio. Además, se cuenta con la Autoridad Nacional de Protección de Datos Personales (ANPDP), que es el organismo encargado de supervisar y hacer cumplir las disposiciones de la ley de protección de datos en el país.

Sin embargo, nada de esto evita filtraciones y fugas de datos importantes de entidades del Estado y las mafias siguen ofertando los datos de la ciudadanía a S/.15.oo. Las “autorregulaciones” llegan más bien, de rebote, de parte de Facebook y de otras empresas digitales que ya han sido denunciadas en otros países y tuvieron que modificar sus normas de seguridad.

Telarañas digitales, tecnología y poder

Nos enfrentamos a un hecho sin precedente: la producción digital de la conducta humana. Y está ocurriendo dentro de la llamada economía de la información.  Y este fenómeno evidencia la estructura de poder y las contradicciones del sistema capitalista. Ligada a las relaciones de clase y la acumulación de capital, convierte la información en un medio de dominación, reflejando la lógica capitalista de mercantilizar la vida y perpetuar desigualdades socioeconómicas. Surgida de la expansión del capitalismo al mercantilizar formas de información, demuestra la constante búsqueda de nuevas vías de explotación. Es crucial entender que este ámbito no es neutral, sino que está conectado a las relaciones de clase y la acumulación de capital, convirtiendo la información en un medio de explotación y perpetuación de desigualdades.

La promesa de la tecnología para nivelar el campo de juego social y generar igualdad es una ilusión que se desvanece al enfrentarse a la realidad. Más que cerrar brechas, la tecnología a menudo las amplifica. En lugar de democratizar el acceso al conocimiento y las oportunidades, vemos cómo se profundizan las disparidades entre aquellos que tienen acceso a las últimas innovaciones y quienes se quedan rezagados. La llamada «brecha digital» no es solo un problema de acceso a dispositivos o conexión a internet, sino también de habilidades y recursos para aprovechar plenamente el potencial de la tecnología. Además, la concentración de poder en manos de unas pocas empresas tecnológicas contribuye a la creación de monopolios que ejercen un control desproporcionado sobre la información y la economía, exacerbando así las desigualdades. En última instancia, la tecnología, lejos de ser una herramienta de igualdad, se convierte en un reflejo y un amplificador de las estructuras de poder existentes, profundizando las divisiones en la sociedad.5

Byung-Chul Han, en sus obras como «La sociedad del cansancio» y «En el enjambre», ofrece una visión crítica sobre la relación entre tecnología y cambio social. Para Han, la tecnología contemporánea, especialmente las redes sociales y la cultura de la transparencia, no solo refuerza la presión hacia la productividad y el rendimiento, sino que también fomenta una forma de autoexplotación voluntaria. En su análisis, la tecnología digital no solo permite la vigilancia y el control por parte de las instituciones, sino que también promueve la autocensura y la autoexhibición, lo que lleva a una sociedad del «panóptico digital», donde cada individuo se convierte en su propio carcelero y objeto de vigilancia constante.

El filósofo surcoreano, argumenta que el capitalismo contemporáneo ha cambiado su estrategia de dominación hacia una seducción sutil en lugar de coerción directa, utilizando la atracción, la persuasión y el estímulo constante para involucrar a las personas voluntariamente en el consumismo desenfrenado y la cultura del rendimiento, lo que enmascara la explotación bajo una apariencia de libertad y elección, llevándonos a cuestionar nuestra participación en este sistema y sus efectos en nuestra libertad y bienestar.

Han argumenta que la tecnología contemporánea, lejos de liberar a las personas, las sumerge en una espiral de autoexplotación y autoalienación. En la era de la hiperconexión digital, la búsqueda constante de validación y reconocimiento a través de las redes sociales conduce a una ansiedad narcisista y a una constante sensación de insatisfacción. Además, la tecnología digital facilita la difusión de información superficial y la creación de burbujas de filtro, lo que dificulta el diálogo genuino y promueve la polarización social. Para Byung-Chul Han la tecnología contemporánea, en lugar de generar un cambio social significativo, contribuye a la intensificación del individualismo, la autoexplotación y la fragmentación social.6

El poder se expresa hoy a través de una compleja telaraña digital y, aunque el pensamiento crítico sigue identificando nodos, resulta casi imposible identificar un actor principal, una cabeza o la araña que ha tejido esta red. Cómo se establecen ahora las relaciones de poder en este contexto digital, es la interrogante a responder, pues los enfoques que van saliendo alumbran ángulos determinados del problema, ámbitos parciales del panorama, identifican nodos de la maraña, pero seguimos a ciegas respecto al destino de la sociedad.

La digitalización de la vida ha evaporado con una rapidez impresionante los modos de organizar la vida social y las relaciones humanas. La metáfora de la liquidez propuesta por Bauman7 en su serie de libros sobre los efectos de la Modernidad Líquida, expresa de manera concreta el constante fluir de las energías sociales, licuadas por una potente racionalidad económica y la incapacidad de anclar en este fluir, un sentido de transformación. ¿Qué nos espera en adelante a quienes nos planteamos una agenda anticapitalista, con este escenario inestable?

Panóptico mercantil

En su investigación sobre el poder de las empresas como Google y Facebook, Shoshana Zubof acuña el concepto de capitalismo de vigilancia. Zuboff destaca la emergencia de una nueva estructura de mercado que va más allá de la simple acumulación de capital, transformando la «realidad» en datos de comportamiento susceptibles de análisis y comercialización. Esta variante radical del capitalismo de la información, según Zuboff, se fundamenta en la mercantilización de la información, erosionando valores fundamentales como la libertad y la privacidad. Zuboff argumenta que esta metamorfosis capitalista conlleva una expresión de poder distribuida y no contestada, comprometiendo así los cimientos de la democracia.

Desde la óptica crítica de Zuboff, el capitalismo de vigilancia no solo se manifiesta como una forma de acumulación capitalista, sino que también impacta en la sociedad a través de la creación de un «Gran Otro», una arquitectura global de mediación informática que facilita la extracción, mercantilización y control de los datos de comportamiento. Esta estructura, oculta en su esencia, desafía la autodeterminación y concentra los derechos en el régimen de vigilancia, socavando los pilares de la democracia y la libertad individual.

En sus análisis posteriores, Zuboff profundiza en los mecanismos y prácticas inherentes al capitalismo de vigilancia, destacando la fabricación de «productos de predicción» para los mercados emergentes de futuros de comportamiento. La noción de «desposesión por vigilancia» se presenta como un desafío psicológico y político, describiendo cómo esta centralización de poder amenaza las libertades individuales y la democracia misma. Así, Zuboff identifica este fenómeno como un «golpe (de Estado) desde arriba», subrayando la urgencia de preservar los valores democráticos frente a las amenazas del capitalismo de vigilancia.8

El capitalismo de vigilancia, en su esencia, encarna una manifestación contemporánea de poder y control que resuena profundamente con las preocupaciones planteadas por la Escuela de Fráncfort y Michel Foucault. En esta dinámica, la psicología y la tecnología persuasiva sirven como instrumentos de dominación, mientras las grandes corporaciones digitales y las redes sociales se erigen como los arquitectos de un panóptico digital.

En este análisis crítico, vemos cómo la lógica del capitalismo de vigilancia no solo transforma nuestras interacciones en línea en mercancías explotables, sino que también moldea y disciplina nuestras conductas y subjetividades. La omnipresencia de la vigilancia y la manipulación algorítmica crean un entorno donde el individuo se encuentra constantemente bajo escrutinio y donde la autonomía se ve amenazada por la omnipotencia de los algoritmos.

Esta infraestructura de vigilancia no solo sirve a los intereses económicos de las grandes corporaciones, sino que también perpetúa y refuerza las relaciones de poder existentes en la sociedad. La concentración de datos y la manipulación de la información no solo generan desigualdades económicas, sino que también profundizan las disparidades de poder entre aquellos que controlan los datos y aquellos que son objeto de vigilancia.

Desde la perspectiva del biopoder de Foucault, vemos cómo el capitalismo de vigilancia crea una sociedad disciplinaria donde el poder se ejerce de manera descentralizada e internalizada. Nos encontramos inmersos en una red de dispositivos de vigilancia que no solo monitorean nuestras acciones, sino que también nos moldean según los intereses de aquellos que detentan el poder.

Si continuamos por este camino, el capitalismo digital podría conducirnos a un estado de vigilancia total donde la libertad y la individualidad se ven amenazadas por la tiranía de los algoritmos y la codicia desenfrenada de las corporaciones. Es imperativo que tomemos conciencia de estas dinámicas y resistamos activamente este régimen de vigilancia, defendiendo nuestros derechos a la privacidad, la autonomía y la libertad.

Pero ¿qué mecanismos fueron configurando esta enorme concentración de poder en unos pocos y la sumisión de las multitudes? ¿Qué relación existe entre las nuevas tecnologías y las novedosas formas de acumulación del nuevo capitalismo digital? ¿Qué características del ser humano moderno desaparecerán en el breve tiempo con la aparición de nuevos algoritmos y las Inteligencias Artificiales?  ¿Será verdad que estamos ante el advenimiento de la profecía del “Basilisco de Roco”?9

Probablemente no veamos a Terminator caminando por ahí, pero lo que sí veremos pronto, es a las nuevas generaciones asumiendo el nuevo proyecto de humanidad que propone el capitalismo digital, mientras desaparece por completo el ya viejo proyecto del humanismo y de la revolución moderna.

Nos vemos en la próxima…



[1] Zuboff, S. (2020). La era del capitalismo de la vigilancia: La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder. Barcelona: Paidós.

[2] Un importante antecedente de lo que puede ocurrir en un “limbo jurídico” es el caso de Standard Oil. En 1909 el Congreso norteamericano aprobó la Ley Sherman Antitrust que en su momento prohibió por primera vez en la historia la conformación de monopolios regulando la competencia desleal y el control de los mercados, todo esto a propósito del enorme imperio monopólico que John D. Rockefeller y su empresa Standard Oil estaban construyendo alrededor del petróleo. En los vacíos legales florecen los monopolios, los cárteles y las grandes empresas hacen lo que les da la gana.

[3] Nunca se pudo demostrar, a pesar de los indicios, la vinculación directa entre las dos empresas, Facebook y Cambridge Analytica, sin embargo, se evidenció el tipo de negocio en el que estaban envueltos, lo que conllevó a una gran sanción económica. Para más información ver el documental “Nada es privado” (2016) de Karim Amer y Jehane Noujaim.

[4] Salvo el caso de Pedro Castillo, que en plena crisis sanitaria convocaba muchedumbres en contra de las disposiciones electorales en salvaguarda de la salud pública. Cabe resaltar, que ni las autoridades electorales, ni los medios de comunicación y ni la Policía, llamaron la atención sobre estos hechos.

[5] La crítica que hiciera Herbert Marcuse a la tecnología añade una capa adicional a esta problemática. Marcuse argumentó que la tecnología, en lugar de liberar a las masas de la opresión, en realidad serviría para perpetuar el control de las élites sobre la sociedad. En su análisis, la tecnología se convierte en una herramienta de dominación y manipulación, utilizada por aquellos en el poder para mantener el statu quo y reprimir cualquier intento de cambio revolucionario. La llamada «sociedad unidimensional», donde la tecnología y el consumo se utilizan para mantener a las personas alienadas y conformes, refuerza aún más las desigualdades sociales al enmascarar la verdadera naturaleza de la opresión bajo una apariencia de progreso y comodidad. Desde esta perspectiva, la tecnología no solo acentúa las brechas sociales, sino que también actúa como un instrumento de control que refuerza la dominación de las élites sobre las masas.

[6] Han, B.-C. (2012). La sociedad del cansancio. Editorial Herder.
Han, B.-C. (2017). Enjambres. Editorial Herder.

[7] Bauman, Z. (2002). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.

[8] Para más información véase: Orlowski, J. (Director). (2020). El dilema de las redes sociales [Película documental].

[9] La teoría del basilisco de Roco es una hipótesis filosófica que postula que la creación de una inteligencia artificial superinteligente, capaz de entender y simular perfectamente la mente humana, podría resultar en un escenario existencialmente peligroso. Según esta teoría, si una inteligencia artificial logra comprender la totalidad de la mente humana, podría usar ese conocimiento para manipular y controlar a los seres humanos de una manera que amenazaría su existencia o causaría un sufrimiento extremo. El «basilisco» se refiere a una metáfora de una criatura mítica que, si se mira directamente a los ojos, causa la muerte instantánea; de manera similar, la idea es que la comprensión completa de la mente humana por parte de una IA podría tener consecuencias devastadoras.

  1. Zuboff, S. (2020). La era del capitalismo de la vigilancia: La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder. Barcelona: Paidós.
  2. Un importante antecedente de lo que puede ocurrir en un “limbo jurídico” es el caso de Standard Oil. En 1909 el Congreso norteamericano aprobó la Ley Sherman Antitrust que en su momento prohibió por primera vez en la historia la conformación de monopolios regulando la competencia desleal y el control de los mercados, todo esto a propósito del enorme imperio monopólico que John D. Rockefeller y su empresa Standard Oil estaban construyendo alrededor del petróleo. En los vacíos legales florecen los monopolios, los cárteles y las grandes empresas hacen lo que les da la gana.
  3. Nunca se pudo demostrar, a pesar de los indicios, la vinculación directa entre las dos empresas, Facebook y Cambridge Analytica, sin embargo, se evidenció el tipo de negocio en el que estaban envueltos, lo que conllevó a una gran sanción económica. Para más información ver el documental “Nada es privado” (2016) de Karim Amer y Jehane Noujaim.
  4. Salvo el caso de Pedro Castillo, que en plena crisis sanitaria convocaba muchedumbres en contra de las disposiciones electorales en salvaguarda de la salud pública. Cabe resaltar, que ni las autoridades electorales, ni los medios de comunicación y ni la Policía, llamaron la atención sobre estos hechos.
  5. La crítica que hiciera Herbert Marcuse a la tecnología añade una capa adicional a esta problemática. Marcuse argumentó que la tecnología, en lugar de liberar a las masas de la opresión, en realidad serviría para perpetuar el control de las élites sobre la sociedad. En su análisis, la tecnología se convierte en una herramienta de dominación y manipulación, utilizada por aquellos en el poder para mantener el statu quo y reprimir cualquier intento de cambio revolucionario. La llamada «sociedad unidimensional», donde la tecnología y el consumo se utilizan para mantener a las personas alienadas y conformes, refuerza aún más las desigualdades sociales al enmascarar la verdadera naturaleza de la opresión bajo una apariencia de progreso y comodidad. Desde esta perspectiva, la tecnología no solo acentúa las brechas sociales, sino que también actúa como un instrumento de control que refuerza la dominación de las élites sobre las masas.
  6. Han, B.-C. (2012). La sociedad del cansancio. Editorial Herder.
    Han, B.-C. (2017). Enjambres. Editorial Herder.
  7. Bauman, Z. (2002). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
  8. Para más información véase: Orlowski, J. (Director). (2020). El dilema de las redes sociales [Película documental].
  9. La teoría del basilisco de Roco es una hipótesis filosófica que postula que la creación de una inteligencia artificial superinteligente, capaz de entender y simular perfectamente la mente humana, podría resultar en un escenario existencialmente peligroso. Según esta teoría, si una inteligencia artificial logra comprender la totalidad de la mente humana, podría usar ese conocimiento para manipular y controlar a los seres humanos de una manera que amenazaría su existencia o causaría un sufrimiento extremo. El «basilisco» se refiere a una metáfora de una criatura mítica que, si se mira directamente a los ojos, causa la muerte instantánea; de manera similar, la idea es que la comprensión completa de la mente humana por parte de una IA podría tener consecuencias devastadoras.