Pier Paolo Marzo

“Matar estudiantes para poder comer
Que feo, que feo, que feo debe ser”
Ese fue uno de los cánticos de inicio de primavera que los jóvenes les lanzaron a los policías enviados por el régimen de Dina Boluarte para reprimirlos. Y nos ejemplifica el signo de estos tiempos: no sólo estamos en un cambio de estación por el alcance del equinoccio respectivo, sino también ante una nueva señal de un cambio generacional. El cántico citado expresa una característica de toda juventud sana: la de contestar la represión desproporcional. Pues en vez de corsos o desfiles los y las jóvenes comenzaron la primavera con marchas ciudadanas masivas y descentralizadas. Y en vez de premiaciones protocolares, recibieron represión brutal e indiscriminada, al punto que como pocas veces en este siglo (o nunca quizá, que historiadores me confirmen o corrijan), policías han entrado a detener manifestantes incluso dentro del Centro Cívico de Lima.
Si bien hasta el momento las movilizaciones no llegan al nivel multitudinario de las marchas que llevaron al derrocamiento del dictador por 5 días Manuel Merino en noviembre de 2020, están expresando una indignación ciudadana similar. Lo aprecié al haber estado en la avenida Abancay el sábado 20 y observar que las decenas de vendedoras ambulantes que se encontraban allí manifestaban su apoyo a la lucha de los jóvenes, a pesar de que la represión policial afectaba sus ventas. También las personas que transitaban ocasionalmente. En general, muchas personas compartimos las demandas expresadas por los jóvenes: no solo cuestionar la normativa en favor de las 4 Administradoras de Fondos de Pensiones, sino también protestar contra la corrupción generalizada y desvergonzada exhibida por el régimen, además de por el deterioro de la gestión pública en casi todos los campos. Así como compartimos las exigencias de transparencia, de una política de seguridad efectiva, de la derogatoria de las leyes pro-crimen y la salida del gobierno de Dina Boluarte. Es de esperar que a esas exigencias se les añada la renuncia inmediata de los ministros del Interior y de Justicia o su censura.
El primero como responsable político del caos en el centro de Lima al ordenar un cerco inconstitucional de personas que protestaban pacíficamente en la plaza San Martín y luego una represión desproporcionada, contra quiénes superaron los cercos y llegaron hasta las inmediaciones del Congreso, represión que alcanzó incluso a los periodistas que cubrían la movilización. Caos que se expandió al día siguiente hasta las afueras del centro histórico cuándo se dispuso que los policías arremetieran con bombas lacrimógenas, perdigones y palos contra los manifestantes que protestaban en el paseo de la República, generando una persecución que los llevó al centro comercial ubicado en el Centro Cívico. Por su parte, corresponde la renuncia del ministro de Justicia por haberse evidenciado mentiras en su presentación en la comisión de fiscalización del Congreso, entre ellas las referidas a su participación en la compra de autos de lujo para generales y coroneles y a su defensa de policías acusados por diversos delitos, incluso el apodado “Diablo”, que sigue en prisión. Ambos son responsables de la inseguridad ciudadana que afecta a los jóvenes, sus familias y la población en general, así como de haber puesto la prioridad policial en la represión de quiénes protestan antes que en el combate a la delincuencia.
Conseguir parte o todas esas exigencias implica de un lado, sumar a más de los 6.7 millones de jóvenes de entre 18 y 29 años (la cuarta parte de los electores), comenzando por los 2 millones y medio que votarán por primera vez, desde la indignación subjetiva hacia la movilización. Asimismo, convocar a una coalición intergeneracional. De hecho, a las movilizaciones primaverales han acudido personas de todas las edades, siempre detrás de los jóvenes convocantes. Esta coalición podría aceptar la ética del personaje de la serie animada One Piece, que le ha dado la bandera a las convocatorias, ética basada en la resistencia y búsqueda de libertad frente a un poder opresor mediante la acción colectiva, con unidad de quiénes padecen opresiones. De esta manera estaríamos no sólo ante un cambio de personas y de políticas, sino ante un verdadero cambio de régimen, para mejor.
