Neoliberalismo, mercado y comunicación en el Perú
Ingrid Ramírez Ariza
País mío no existes
solo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo
(Roque Dalton)

Arrancamos este artículo con la célebre frase de Micaela Bastidas, tan válida en los tiempos que corren. Otra peculiaridad, arrancamos también este artículo en caliente porque como periodista, conozco la importancia de serle fiel al tiempo y al retrato histórico, lo más fiel que podamos.
«Poner toda la sangre en las ideas», decía Mariátegui. Y si algo merece nuestra sangre y nuestra indignación, es nuestro país, nuestro Perú, tan amado y tan humillado, por el saqueo sistemático al que nos han sometido bajo el disfraz de la modernidad y la economía de mercado. Nos pintaron pajaritos en el aire.
Nos vendieron el cuento del neoliberalismo como la gran solución, como la llave mágica del desarrollo, pero hoy lo que tenemos es un país donde el mercado decide quién vive y quién muere.
1. ¿Qué es realmente el neoliberalismo?
El neoliberalismo no es solo un conjunto de políticas, es una doctrina que busca quitarle cualquier regulación o barrera al capital. Fernando Escalante en «Historia mínima del neoliberalismo» lo describe como un sistema que ha despojado al Estado de su función protectora, entregándolo a los intereses privados. Desde autores contemporáneos, podemos ver que esta doctrina no solo ha fracasado en garantizar bienestar, sino que ha servido para fortalecer monopolios, precarizar el empleo y socavar la democracia.
Neoliberalismo: ¿Realmente es «nuevo»?
Muchos críticos del neoliberalismo, como David Harvey, afirman que no se trata de algo verdaderamente «nuevo», sino que simplemente es una versión más agresiva del liberalismo clásico. Harvey sostiene que el neoliberalismo, en términos de sus objetivos básicos (reducción del papel del Estado y aumento de la libertad del mercado), es un retorno a las ideas del liberalismo clásico, pero con un giro: en lugar de reducir al Estado, el neoliberalismo busca capturarlo para sus propios fines, transformándolo en un instrumento de las élites económicas.
Por otro lado, autores como Naomi Klein en «La Doctrina del Shock» y Thomas Piketty en «El Capital en el Siglo XXI» han explicado cómo, bajo el neoliberalismo, el Estado no desaparece, sino que se convierte en el facilitador de los intereses corporativos.
El comportamiento del Estado en el neoliberalismo:
Mientras que el liberalismo clásico propugnaba por un Estado limitado, el neoliberalismo no se conforma con una disminución de su tamaño, sino que lo utiliza para asegurar su propia supervivencia. Es el Estado neoliberal el que debe crear condiciones para el libre mercado, garantizando que las leyes y políticas favorezcan a las grandes corporaciones y la concentración del capital. Como argumenta Harvey, el neoliberalismo no «desaparece» el Estado, sino que lo convierte en su propio agente, al servicio de un mercado sin frenos.
2. Neoliberalismo a la peruana: la mentira de la estabilidad
Lo que antes era una simple reducción de la intervención estatal, ahora se ha transformado en una «captura» del aparato estatal por parte de grandes corporaciones, las cuales utilizan al Estado para asegurar sus beneficios, ya sea a través de lobbies, privatizaciones o exenciones fiscales.
Desde los Chicago Boys y la Constitución del 93, nos han dicho que vendiendo nuestras empresas íbamos a conseguir prosperidad. ¿Y qué hemos conseguido? Un país donde los derechos básicos dependen de cuánto puedes pagar. Vamos a analizar 3 casos recientes que fueron polémicos y dolorosos, pero a ojo de científico social también bastante didácticos respecto a cómo se maneja la economía en nuestro país.
La caída del puente en Chancay
Fujimori construyó la Panamericana Norte y le entregó la concesión a Norvial. Desde entonces, el servicio que brinda esta empresa deja mucho que desear. No recibe sanciones a pesar de sus incumplimientos y, con el contrato terminando en 2025 o 2026, es probable que lo renueven sin cuestionamientos. El puente de Chancay, construido bajo esta concesión, se desplomó sin haber cumplido una década. ¿Mala planificación? ¿Materiales de baja calidad? ¿Ausencia de fiscalización estatal? La respuesta es un sí rotundo a todo. Y mientras las constructoras llenan sus bolsillos, la gente sigue pagando peajes para carreteras que colapsan (Hildebrandt en sus 13, 2024).
El derrumbe del techo del Real Plaza
La caída del techo del Real Plaza no solo fue una muestra de negligencia estructural, sino que destapó la corrupción de funcionarios. Según la investigación de Hildebrandt en sus 13, hubo licencias otorgadas sin supervisión real, inspecciones irregulares y una cadena de favores para permitir la operación de este gigante comercial sin controles estrictos. Rodríguez Pastor, uno de los hombres más ricos del país, jamás pisará la cárcel, porque en el Perú la justicia tiene dueños. Y como si fuera poco, se permitió extorsionar a los deudos al condicionar la reparación a que cesen las denuncias. Un chantaje descarado, con el silencio cómplice del Estado (Hildebrandt en sus 13, 2024).
El suero fisiológico de Medifarma
El oligopolio farmacéutico vuelve a hacer de las suyas. Medifarma, con el 47% del mercado, deja desabastecido al país y obliga al Estado a volver a incluir su producto en los tratamientos estatales. No hay otra opción, porque han capturado el mercado y lo manipulan a su antojo. Basta revisar la reciente investigación de Salud con Lupa sobre el mercado de sueros para ver cómo operan estas mafias: fijación de precios, acaparamiento y un Estado sumiso que solo reacciona cuando ya no hay remedio (Salud con Lupa, 2024). Y no olvidemos los lobbies: el Congreso intentó colocar a Sonia Delgado, vinculada a Medifarma y al gobierno, en un puesto clave para facilitar los intereses de la empresa. La sacaron por el escándalo, pero el hecho de que hayan intentado hacerlo ya deja claro cómo funcionan las redes de poder. Como lo denunció La Encerrona de Marco Sifuentes, este es el verdadero rostro de la política peruana: una colusión entre el poder empresarial y el Estado (La Encerrona, 2024).
¿Monopolios en el paraíso del libre mercado?
Javier Diez Canseco lo dijo claro: en el Perú, aunque no podamos llamar legalmente monopolio a lo que pasa, ¿cómo carajos llamamos a que dos familias controlen el mercado? ¿Dos empresas hacen competencia? Eso se llama oligopolio en cualquier parte del mundo ¿Cómo llamamos a un sistema donde las reglas del libre mercado solo aplican cuando les conviene? Aquí no hay competencia, hay mafias con sello de legalidad (Entrevista a Javier Diez Canseco, 2012).
3. Medios de comunicación: Bombas de humo
Mientras el país se cae a pedazos y la gente sufre las consecuencias de este modelo fallido, los grandes medios se encargan de desviar la atención. Ampays de futbolistas, escándalos de cama, shows de espectáculos diseñados para que no miremos lo importante. Nos atiborran de distracciones mientras las decisiones que afectan nuestra vida se toman en la sombra, en negociaciones donde el ciudadano no tiene voz.
Esta manipulación mediática no es casual. Como explica Noam Chomsky en sus 10 estrategias de manipulación mediática, los medios están diseñados para distraer, desinformar y dirigir nuestra atención hacia lo irrelevante. El objetivo es crear una atmósfera donde el debate real sobre los problemas estructurales del país se diluya entre un mar de banalidades.
Y si bien nos alimentan con estas distracciones, hay quienes incluso parecen tomar este juego en serio. ¿Es posible que en un futuro no muy lejano podamos ver a un cómico como Carlos Álvarez en la presidencia del país? Parece un absurdo, pero no es tan lejano cuando entendemos cómo funciona la manipulación mediática. Álvarez, quien tiene una relación histórica con el fujimorismo, podría ser el producto final de una sociedad donde las elecciones ya no son sobre propuestas políticas serias, sino sobre quién genera más ratings. Este tipo de «candidaturas» son el resultado de una cultura política de superficialidad, donde la corrupción, la falta de propuestas reales y la falta de debate se normalizan. Como muestra la relación de Álvarez con el fujimorismo y sus nexos con las élites económicas, lo que se promueve no es la política para el pueblo, sino la política de la farándula y la desinformación.
El modelo se cae y no quieren cambiarlo
Nos dicen que la Constitución del 93 garantiza la «economía social de mercado». ¡Mentira! No hay nada de social en un sistema donde las grandes empresas hacen lo que les da la gana y el Estado es su sirviente. Pero cuando alguien propone cambiar la Constitución, se aferran a ella como si fuera sagrada. Y, sin embargo, han cambiado artículos en el Congreso sin ningún referéndum, cuando les ha convenido.
El problema no es solo la Constitución, es el modelo. Y no se trata de imponer el socialismo (aunque eso a algunos nos parezca la mejor opción), se trata de tener un país que, al menos, cumpla con su propia carta magna.
La pregunta final es clara: ¿por qué no quieren cambiar la Constitución si el modelo se cae a pedazos? ¿A quiénes sigue beneficiando este desastre? Y, sobre todo, ¿hasta cuándo vamos a aguantar?
Este país necesita reconstrucción. Y la paciencia, la poca que nos quedaba, se acabó.
Referencias
- Piketty, T. (2014). Capital in the Twenty-First Century. Harvard University Press.
- Escalante, F. (2021). Historia mínima del neoliberalismo. El Colegio de México.
- Hildebrandt en sus 13. (2024). Investigación sobre la caída del Real Plaza.
- Salud con Lupa. (2025). Informe sobre el mercado del suero fisiológico en el Perú.
- La Encerrona. (2024). Análisis del monopolio farmacéutico en el Perú.
- Diez Canseco, J. (2012). Entrevista sobre monopolios en el Perú.
- Chomsky, N. (2002). 10 estrategias de manipulación mediática.
- Harvey, D. (2005). A Brief History of Neoliberalism. Oxford University Press.
- Klein, N. (2007). The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism. Metropolitan Books.