Pier Paolo Marzo

La semana pasada participé en la Cumbre Perú sostenible, que reunió a líderes del sector privado, público, academia y organizaciones de sociedad civil. En la práctica se trató de una feria en que la que entidades empresariales, sociales y públicas, exhibieron productos de impacto social. Por ejemplo, Activos Mineros SAC, empresa del Estado, expuso un ladrillo hecho con residuos minerales mezclados con adobe, que sirve para la construcción. También un sistema de tratamiento de águas ácidas y un bioabono con residuos de ganado. La asociación civil Recambio presentó su programa de formación política abierta a cualquier integrante de cualquier partido político con disposición a respetar a los contendores. La fundación Ronald Mc Donald expuso un programa para dar alojamiento y alimentación a niños y niñas que reciben tratamientos médicos en hospitales en Lima, así como a dos acompañantes. Entre muchas otras, hubo varias iniciativas de agua y saneamiento, así como de apoyo a agricultores en zonas de influencia de grandes empresas. Es decir, se trató de un espacio de encuentro de cientos de iniciativas que a pesar de la crisis política peruana, están ofreciendo bienes y servicios que impactan en el desarrollo integral de las personas, con la conciencia de que no pueden sustituir la provisión de servicios estatales, aunque sí ofrecer innovaciones que mejoran la vida de personas y comunidades. La cumbre terminó con la premiación de varias iniciativas con impacto social, en el Desafío Kunan.
Al mismo tiempo, se desarrollaron diversos foros con personas expertas que compartieron datos y reflexiones sobre cómo impulsar un desarrollo integral. Una de ellas fue la del profesor de la Universidad de Oxford, Stefan Dercon, autor del libro “Apostar por el desarrollo. Por qué unos países ganan y otros pierden”, que expone una investigación sobre países de África y Asia, con la pregunta “¿Por qué hay países que prosperan mientras otros quedan atrapados en caminos que no conducen al desarrollo?” La respuesta va por la disposición de los grupos dirigentes de los países (élites), en llegar a acuerdos más allá de mantener privilegios particulares.
¿Cómo se aplica eso a Perú, que se encuentra en un camino de degradación social e institucional, y que en vez de élite política gobernante tiene una coalición de saqueadores?
Movilizando a sus élites sociales, académicas y empresariales, alrededor de plataformas comunes con propuestas realistas que puedan ser asumidas por “la calle”, es decir, los grupos de presión social que están canalizando el descontento mayoritario. Estas élites deberían congregarse en una coalición que decida usar su poder social, económico o académico para acordar una concepción compartida del Estado, que no busque la imitación de otros países (José Carlos Mariátegui decía “ni calco ni copia, sino creación heróica”), sino que parta de sus capacidades reales para un camino de desarrollo integral. Este camino tendrá que presentarse como la decisión más inteligente para cada uno de los intereses de los actores que integren esa coalición.
En ese sentido, bien haríamos en atender a las propuestas de los partidos y alianzas electorales, – como “las 26 para el 26” que acaba de presentar, junto con sus equipos de trabajo, el candidato Vicente Alanoca- , para seleccionar las que puedan conectar con los liderazgos sociales, empresariales y académicos que podrían conducir nuestro desarrollo.
