Lo que el Perú no quiere ver

Lina Arenas*

Acabamos de ser testigos de una verdad incómoda: los resultados de la Encuesta Nacional sobre Relaciones Sociales (Enares) 2024. Publicada por el INEI, esta medición representa un hito para el país al visibilizar no solo los hechos de violencia, sino los entramados culturales que la justifican, la toleran y la normalizan.

A diferencia de otros instrumentos, la Enares se adentra en la arquitectura simbólica que sostiene la violencia cotidiana, poniendo el foco en actitudes profundamente arraigadas que rara vez se cuantifican: creencias sexistas, legitimaciones implícitas, tolerancia social. Lo que mide es lo que se piensa, no solo lo que se hace.

Los resultados son perturbadores. Revelan hasta qué punto las normas tradicionales de género están enraizadas en nuestras relaciones: una mayoría de la población peruana aún valida estereotipos de género, acepta la violencia como parte del orden doméstico e incluso llega a justificar formas extremas como la violencia sexual. Esta encuesta no solo interpela, sacude. Nos obliga a enfrentar un espejo colectivo que muestra cómo, muchas veces, lo que consideramos opiniones o costumbres funcionan como licencia simbólica para ejercer dominación.

Pero la Enares no solo describe una realidad dolorosa. También cumple una función ética y política: pone nombre a lo que muchas veces permanece oculto en sociedades atravesadas por desigualdades estructurales, y medir lo que más duele es el primer paso para cambiarlo. Y en eso radica su poder. Sin datos, no hay política pública efectiva. Sin medición, no hay urgencia ni política ni institucional. Lo que no se ve no se prioriza.

Por eso, esta encuesta no es un lujo académico, sino una herramienta de transformación democrática. Sin embargo, su existencia no ha sido gratuita. Con muchos años en el sector público, sé de primera mano lo difícil que ha sido conseguir su financiamiento. Solicitar recursos al Ministerio de Economía y Finanzas para encuestas de este tipo ha sido una lucha constante. Ni qué decir de una línea base en salud mental. No porque estas herramientas no sean necesarias, sino porque medir lo incómodo siempre cuesta. La Enares es el resultado de una batalla política y ciudadana. De un conjunto de héroes y heroínas anónimo. Porque solo nombrando lo invisible podemos imaginar un país distinto.


* Lina Arenas es investigadora doctoral en la Universidad de Edimburgo y Exviceministra del MIMP.

** Publicado inicialmente el 11/07/25 en el https://elcomercio.pe/