Guillermo Valdizán
No termina enero y la batalla cultural desde la derecha ultraconservadora está avanzando en su objetivo de reescribir la historia, bañarse en impunidad y construir un proyecto de nación a la medida de su nostálgico odio a la mayoría de este país. El mismo 07 de enero, mientras aprobaban en primera votación la restitución de la firma del exdictador Fujimori en la Constitución Política de 1993, también se destituía del cargo de director del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM) al historiador Manuel Burga, quien ha advertido de presiones para que esta institución cambie su contenido. El 16 de enero varios medios advertían de la abrupta suspensión de varios eventos del LUM que ya habían sido confirmados y hasta difundidos.
Y ahí no acaba la historia. En la quincena de enero se activa una campaña contra la obra de teatro “María Maricón” por usar la imagen de manera iconoclasta la Virgen María. Esta campaña fue promovida y agitada por el partido de ultraderecha conservadora “Renovación Popular” y su principal líder, el actual alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, declaró enérgicamente pidiendo que se frene. Instituciones públicas como el Ministerio de Cultura y la Defensoría del Pueblo abonaron a esta campaña con comunicados públicos que en ningún sentido defendía la libertad de expresión y, más bien, ponían por delante la defensa de la religión católica. No es casual que el mismo alcalde de Lima haya tomado la decisión de reubicar el monumento de Francisco Pizarro en el Pasaje Santa Rosa, frente a la Plaza Mayor de Lima, en una ceremonia que contó con la presencia de la ultraconservadora y presidenta de la comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso.
Vale la pena preguntarse si todos estos casos son producto del aumento de la temperatura del verano o si es pura casualidad que se coincidan a inicios de año. Existe la idea de que la derecha desprecia la cultura y creo que los hechos nos demuestran todo lo contrario. La derecha peruana (así en general, porque incluso su ala democrática se ha puesto de costado) viene trabajando durante las últimas décadas en afirmar un proyecto de nación neoliberal emprendedora, conservadora y contrainsurgente. Este último elemento fue crucial en la instalación de neoliberalismo en los 90 a través de la instalación de una dictadura corrupta y de una brutal guerra sucia. No obstante, caído el fujimorismo a inicios de siglo, el sueño emprendedor se afirmó al punto de convertirse en el modelo de ciudadanía de este primer cuarto de siglo. Pero es recién cuando entra en crisis el neoliberalismo peruano en el 2016 que el conservadurismo sirve para el recambio de una base social popular y militante. La llegada de Boluarte reactivó la coalición de los 90 y le sumó nuevos actores en defensa de la “unidad nacional” contra el “comunismo” y el “terrorismo”, pero también contra aquellas fuerzas que desde el Estado han osado pervertir el viejo orden a través de lo que llaman “ideología de género”.
Ojo. Estos discursos sobre los que se posiciona la derecha peruana en vísperas de elecciones ni son nuevos ni tienen como objetivo solamente lo electoral. Son parte de un fenómeno global, pero también de una necesidad peruana. Y más que necesidad es una paradoja. La coalición dictatorial que hoy tiene tomado el aparato estatal se caracteriza por su desinterés en obtener legitimidad social (la presidenta que ellos mantienen en el poder tiene una aprobación de 3%), pero, al mismo tiempo, sus ideas son una buena parte del sentido común del país. Podría decirse que no saben cómo representar sus propias ideas. Es por ello que le suben el volumen a la batalla cultural con acciones como las de este enero y en ese tránsito quedan colocados en posiciones ridículas, pero efectivas en términos de hechos consumados.
El peligro es que tienen por el mango la sartén de las instituciones públicas y por los medios masivos casi corren solos. En la vereda del frente se expresa incertidumbre, fragmentación y pesimismo. A la primera medición de fuerzas un conjunto de partidos, sindicatos, ONGs y universidades retroceden, o mejor dicho amplían el margen de veto y censura de estos sectores, así como el avance de su proyecto de nación emprendedora, conservadora y contrainsurgente. Frente a estos casos de enero, todos promovidos por iniciativa de la coalición dictatorial, las respuestas han sido débiles y se han remitido a reubicarse frente a la leche derramada. El posicionamiento ideológico de esta derecha no puede entenderse sin la consternación de su oposición. Pero ya viene el tiempo de carnavales, tiempo de energías subversivas y alegres que insurgen en el corazón de nuestros pueblos y naciones para dar una respuesta masiva a tanto odio y nostalgia de las élites peruanas. Toca militar la travesura.