Víctor Vich
¿Sabe el periodista Francisco de Piérola que hay más de 2500 casos de mujeres violadas por soldados durante la época de la violencia? ¿Tendría el coraje de entrevistar, o simplemente conversar, con algunas de ellas? ¿Sabe que solo hay un caso juzgado y que las Fuerzas Armadas siguen ocultando estos hechos indignantes que permitieron y practicaron no aisladamente sino mucho más de 2500 veces? ¿A eso le llama “Defensa nacional”? ¿Ha escuchado hablar de las inconcebibles matanzas de Putis, de Soccos, de Cayara, entre muchas otras? ¿Ha conversado con algunos de los sobrevivientes de la llamada “Casa rosada” que fueron torturados cuando la tortura estaba prohibida? ¿Ha escuchado las últimas declaraciones del teniente Telmo Hurtado? ¿Sabe quién fue Telmo Hurtado? ¿Podría explicarnos qué fue el “grupo Colina” y por qué no sería considerado un “terrorismo de estado”?
Día a día comprobamos en el Perú el deterioro abyecto de la clase política y la verdadera chatura de nuestra clase empresarial. Día a día comprobamos también la profunda decadencia del periodismo televisivo cuyos agentes son contratados, no por la calidad de su trabajo profesional sino por su postura ideológica o, peor aún, por las herencias coloniales que el país no se cansa de reproducir. El caso de este nuevo periodista parece sintomático. Su interesado desconocimiento de la historia, su razonamiento maniqueo y dicotómico, su falta de fineza para el análisis, su carencia de ideas nuevas, etc., lo convierten en un representante más de nuestra crisis profunda.
Hace cerca de 100 años Mariátegui (de quien Piérola solo debe conocer el estereotipo) explicó bien cómo los liberales fueron absorbidos por los conservadores y terminaron siendo funcionales al surgimiento del fascismo. Es eso mismo lo que hoy ocurre en el Perú. Salvo contadísimas excepciones, nuestros liberales parecen salidos de la ultratumba. Nadie niega que los senderistas fueron terroristas y nadie niega tampoco el extremo valor de muchos soldados para ir a enfrentarlos, pero ocultar y callarse ante las sistemáticas violaciones a los derechos humanos que el Ejército peruano cometió es un acto puramente político que no tiene nada que ver con un verdadero periodismo de investigación. Los peruanos tenemos suerte de que Francisco de Piérola no haya sido director de cine y que tampoco ejerza la crítica estética. Los peruanos, sin embargo, tenemos la mala suerte de tener que soportar la permanente mediocridad en una gran parte de nuestros medios de comunicación.